Este miércoles, 3 de enero, las calles de Irán se llenaron de manifestantes en honor al cuarto año de la muerte del comandante militar Qasem Soleimani, abatido por Estados Unidos en el Aeropuerto de Bagdad, Irak, por orden de Donald Trump. Cuando los manifestantes llegaron a la tumba de Soleimani, dos explosivos se activaron, dejando más de cien muertos.
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La cantidad de personas asesinadas en estas explosiones aún no es clara, se estima que las dos explosiones habrían dejado unas 103 víctimas mortales y muchas más heridas. La tragedia tuvo lugar en el cementerio de Kerman, una pequeña ciudad ubicada en el centro del país.
De acuerdo con las autoridades iraníes, se habría tratado de un ataque terrorista que consistió en la activación de ambos explosivos a control remoto desde la distancia. Ebrahim Raisi, presidente de Irán, señaló que “los autores intelectuales de este acto cobarde pronto serán identificados y llevados ante la justicia por las fuerzas de seguridad y de aplicación de la ley”.
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Por otro lado, el ayatolá Ali Jamenei, líder supremo islámico de Irán, aseguró que a los perpetradores de este atentado les espera “una respuesta de mano dura” por estos actos terroristas. Hasta el momento, ningún grupo armado o nación se ha atribuido este ataque en el interior de Irán.
Estados Unidos, declarado por Irán como su principal enemigo, aseguró no haber participado de ninguna forma en este atentado, lamentando lo sucedido y afirmando no tener ninguna información al respecto, según aseveró Matthew Miller, portavoz del Departamento de Estado. De igual forma, señaló que Israel tampoco tuvo participación alguna en este ataque, a pesar de que algunos miembros del Gobierno iraní lo han manifestado.