Foto: Gobierno de Irán
Estados Unidos e Irán se han tratado como enemigos declarados de manera formal e informal durante los últimos años; la Unión Europea ha reconocido una amenaza en la nación persa y la OTAN ha advertido las alianzas estratégicas militares de este país con Rusia.
Sin embargo, todo esto no ha evitado que los tres actores hayan enviado a la población iraní sus condolencias por la reciente muerte de Ebrahim Raisi, presidente iraní. El helicóptero en el que se trasladaba el mandatario se accidentó cuando regresaba de un viaje en la frontera azerbaiyana.
A través del Departamento de Estado, EE. UU. expresó “sus condolencias oficiales por la muerte del presidente iraní, el ministro de Asuntos Exteriores y otros miembros de su delegación. Mientras Irán elige un nuevo presidente, reafirmamos nuestro apoyo al pueblo iraní y su lucha por los derechos humanos y las libertades fundamentales”.
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La Unión Europea hizo su parte por medio de su Servicio Diplomático, liderado en la actualidad por el español Josep Borrell, mientras que la OTAN lo hizo de su portavoz Farah Dakhlallah. Todos estos mensajes, por supuesto, recibieron respuestas de inquietud por la solidaridad con un Estado que representa un alto nivel de amenaza.
Eso sí, ninguno de los altos líderes de estas esferas (Joe Biden, por EE. UU.; Ursula von der Leyen, por la UE; ni Jens Stoltenberg, por la OTAN) lamentó la situación de forma personal.